Habitación blanca de Àngels Olivera

Relato corto:  HABITACIÓN BLANCA

¿Cuánto tiempo llevo aquí encerrado?

 Prisionero en esta habitación blanca, el máster en techos ya lo tengo. Llevo estirado demasiado tiempo. Estoy tumbado quiero levantar la cabeza y no me hace caso. 

Quiero apoyar las manos en la cama para poderme levantar, pero unos tubos me atan a unas máquinas con luces y sonidos. No sé cuántos días llevo aquí porque se me olvidó contar. 

Estoy cansado de estar aquí, me ahogo de sentirme tan encerrado. ¿Qué me sucede? ¿Qué me ha pasado? Quisiera marchar y no me muevo. Me gustaría hablar y no me oigo. ¿Eso es bueno o es malo?

 

Esta mañana he tenido visita importante.  Llegaron los batas blancas. Parecía la fiesta blanca. Yo vestido de azul desentonaba con el paisaje, de azul y con la espalda al aire con unas cintas descosidas que sirven de poco.  Parece que el consejo de sabios no está de fiesta, hablan muy serios, hablan de mi, aunque me ignoran. Discuten, dudan, deciden que se puede hacer conmigo. ¿Soy importante? No los he entendido.  ¿Debo tener miedo?, en los batas blancas veía caras de preocupación. ¿Eso es bueno o es malo? 

 

Algunos insistían en actuar rápido, limpiar las vías para que mi maquinaria funcione. Será eso, por lo que noto que algo censura mis palabras cuando deseo hablar. Será lo que inmoviliza mis brazos y mis piernas cuando deseo huir de aquí. Será lo que mantiene mi cabeza secuestrada sobre una blanca almohada. Hablaban de cortar y conectar unas tuberías cerebrales que no chispean muy bien. A menudo utilizan la expresión efectos colaterales ¿Eso es bueno o es malo?

He mirado a la mujer sin bata blanca, la de gafitas turquesa, no ha hablado en todo el tiempo. Gafitas turquesa pasa horas aquí sentada a mi lado. Ahora no habla pero se que puede hacerlo, lo ha hecho muchas veces mientras me acaricia la mano. Igual que he visto varias veces que moja mis sábanas con un riachuelo de lágrimas que salen de sus ojos. Unos ojos azules, bonitos pero tristes que me miran con una mirada de pregunta que no tiene respuesta. ¿Eso es bueno o es malo?

 

Se acabó la fiesta blanca. Me han dejado solo. Gafitas turquesa también ha cogido el bolso y ha marchado tras ellos. Yo también quiero marchar. Deseo escaparme.  Ante la imposibilidad imagino que paseo por un parque de viejos árboles con grandes troncos, como aquellos que de niño me gustaba abrazar haciendo un gran círculo, cogido a las manos de mis amigos. En mi parque hay bancos de esos que invitan a sentarse para ver pasar la vida. Con algunos caminos de tierra para andar despacio y llegar al corazón de lo que es importante. En este parque se oye el silencio ¿Eso es bueno o es malo?

 

Este parque no me gusta, ¡quiero mi parque! Yo deseo ver personas brillando. Junto a las que poder pasear mientras nos besa la fresca brisa, hace demasiado tiempo que nadie me besa. Me gustaría sentir la emoción de una mirada con beso junto a una voz cariñosa que diga mi nombre. ¿Eso es bueno o es malo?

 


Paseo por mi parque. Tiene un estanque con una estatua en el centro de la que brota una fuente, me gusta el sonido del agua. En el agua veo el reflejo de un hombre de piedra negra que reposa su cabeza sobre las manos de una mujer de piedra blanca. En una esquina del estanque las manitas de unas trenzas pelirrojas mueven el agua, las ondas del agua llegan hasta la estatua del hombre de piedra negra. La niña de trenzas pelirrojas salpica con sus manos a un pecoso regordete que divertido se ríe con todo el cuerpo sentado en un cochecito. Gafitas turquesa está junto a ellos acompañando sus risas. Los tres se giran hacia mi cuando oyen mi pisada sobre las piedrecitas del camino. Sus miradas son felices. Los saludo con la mano. Parece que no me ven, ¿seré transparente? Miro mis pies, yo los veo, están descalzos, he sentido dolor al caminar, he sentido bajo mis dedos, una a una las piedras del camino. ¿Eso es bueno o es malo?




Abro bien los ojos porque quiero volver a verlos. Pero no están, no los veo. No estoy en el parque. No estoy en mi cama. ¿Dónde estoy? Hace frio. Me rodean, hablan de lejos como los batas blancas pero estos llevan batas verdes. ¿Será otra fiesta? Tengo mucho frio, ellos también, se han puesto guantes y gorro. Me da la mano la estatua negra, me llega el olor a musgo del estanque. Ese olor a hierba mojada y líquen. No me gusta. Rechazo su mano. Me entra sueño, tengo ganas de cerrar los ojos. Parece que voy a dormirme. ¿Eso es bueno o es malo?

Veo un túnel, al fondo una luz brillar. Algo entra en el interior de mi cabeza.

¡¡¡Con cuidado!!! Es mi laberinto.

Espero que no se pierdan y sepan encontrar el centro. ¿Sabrán salir de aquí?

Vigilen, con cuidado, despacio.

Se llevan un trozo. Eeeeeeh! Eso es mío. Devuélvanmelo.

Me pinchan, me traspasan. Veo luces que brillan mucho. Siento calor.

Un sabor amargo en la boca me despierta.

Todo sigue quieto, me invade el silencio.  Estoy solo, la estatua de piedra negra se ha ido, no está conmigo. ¿Eso es bueno o es malo?

 

¿Cuánto tiempo llevo despierto? Veo llegar a gafitas turquesa, cree que todavía duermo porque no me mira, no me habla, que extraño si nunca calla. Se mueve despacio. Guarda dos bolsas que ha traído en el armario de la habitación. Parece su comida, eso está bien, porque significa que hoy se queda conmigo. Eso parece bueno, no malo.

 

Abro los ojos todo lo que puedo, quiero que me vea bien. Estoy despierto gafitas, ¿lo ves? Por fin se acerca. Siento calor en mi frente, no puedo creerlo, me ha besado. Quiero llorar de amor. Alargo la mano, me hace caso, se ha movido un dedo consigo rozar sus dedos sobre la sábana. Ella se echa hacia atrás parece que la he asustado. Me mira con unos ojos a punto de salirle de esa cara redondita llena de bondad. Si, si he sido yo gafitas, he movido los dedos. Eso es bueno no es malo.

 

Se me tira encima, me abraza, me moja la cara con sus lágrimas. Con todo el esfuerzo, le digo a mis brazos ligados a las gomas del gotero que se muevan. Ahora es el momento, no me falléis, os necesito. Las lágrimas de Gafitas turquesa me lo piden. Deben moverse ahora. Vamos. Vamos. Un poco más. Aprovechad que está muy cerca, ella parece esperar mis brazos porque todavía me abraza. Con voluntad. Con fuerza. Hacia arriba. Con un gran temblor sísmico el primero en llegar a rozar su espalda es mi brazo izquierdo. Concentro todos mis sentidos y solo así consigo rodear el cuerpo de Gafitas. Siento que todo se mueve dentro de mí. La estoy abrazando por fin.  Vibro con la intensidad de un tsunami invadiendo todos los rincones de mi cuerpo. Celebro un abrazo que ha dolido, celebro el brillo de la esperanza, la luz vida que ahora ilumina la habitación blanca.

 

¡Esto sólo puede ser bueno!

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