Sensaciones de una lectora. Àngels Olivera



Estoy en un momento crítico porque estoy a punto de acabar un libro que me ha gustado. Vivo la urgencia de saber cuál es el siguiente libro que voy a leer.  La incertidumbre que siento es tan grande que me cuesta de explicar. Voy a intentarlo.

Hoy es el día, me quedan solo seis páginas para acabar el libro que tengo entre manos. Empiezo a sentir la sensación de vacío que deja el giro de su última página.  Esto es una metáfora, porque el libro que estoy leyendo hoy es digital y cuando presione la pantalla para pasar la última página me llevará directamente a la portada. Tanto da, la sensación de vacío de mi estómago no entiende de papel o reader, el sentimiento producido es el mismo. Cuando llegue a la portada todo aquello que me ha acompañado durante unos días se quedará allá dentro, dejará de estar conmigo.

Es una sensación repetitiva que en mí se da en el momento de finalizar una lectura. Y más cuando la lectura ha sido de las que he disfrutado. Llevo unos días, algunos porque hoy el libro es de los gordos, en un lugar que no conozco mucho, en el que no he estado nunca, por el que he paseado y conocido a través de unos ojos que no son los míos. Un lugar que he imaginado gracias a las palabras de la escritora y que no dudo que mi infatigable curiosidad me llevará a visitar algún día. Al cerrar el libro tendré que dejar ese lugar, una ciudad atrayente repleta de bellos edificios, empinadas calles, rincones con sabor a misterio y con el imprescindible rio de toda bella ciudad que se precie.


Durante este tiempo he convivido con unos personajes de los que pronto tendré que despedirme. Me duele abandonarlos, allá solos, dentro de la librería del comedor donde colocaré el libro cuando lo acabe si fuese de papel o, como haré con este, en la carpeta del ordenador de los libros leídos. He sufrido con los protagonistas sus conflictos, los he acompañado en su proceso de adaptación y cambio, he visto como han ido aprendiendo y evolucionando con el avance de las páginas. Por ello decirles adiós, cuesta, me resulta difícil. 

Debo hacer algo, tengo que hacer algo, una acción, un movimiento hacia adelante me hará superar exitosa este momento de incertidumbre. Este triste momento, paradojalmente más triste mientras más me ha gustado el libro. 

Tengo una buena colección de libros en la lista de pendientes. Paseo por ellos, abro, cierro, leo la sinopsis. A menudo consulto comentarios de los blogueros que sigo. Hago una selección de unos pocos para finalmente escoger la futura lectura cuando me ha convencido del todo las frases del principio. 

Una vez tomada la decisión me siento más tranquila. Ya tengo mi próxima lectura. Ahora puedo sentarme feliz a leer las últimas seis páginas que me quedan para acabar el libro que tenía entre manos. No pienso correr, nunca lo hago, me gusta saborear lentamente las últimas palabras como si fuese el último helado del verano.

Acabada la lectura, no la guardo enseguida, me cuesta decirle adiós. Dejo a mano el libro leído durante dos o tres días por si en algún momento viene alguna idea a la cabeza y necesito recuperar algún instante vivido por mis amigos, los personajes del libro. 

Sé que pronto empezaré un nuevo viaje, a un nuevo lugar, en el que conoceré personajes distintos con conflictos diferentes ...




Comentarios

  1. Una sensación compartida, Angels. Yo, tras una lectura que me ha agradado y comenzar la siguiente que me haya sido suscitada por la anterior o que ya tuviera prevista con antelación, a los pocos días suelo iniciar la redacción de una reseña sobre ella. Si la lectura no me ha calado lo suficiente, a veces la reseña no llega siquiera a nacer. Me lo tomo así, con tranquilidad. Al principio, cuando inicié mi blog, me estresaba y quería reseñar todo; ahora ya no, ahora voy con tranquilidad porque de nada sirve correr.
    Un abrazo

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  2. Tienes razón cuando una lectura no llega cuesta ponerse a escribir sobre ella. Seguiré tu consejo, Juan Carlos

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