La niña del sombrero azul de Ana Lena Rivera

 


Ana Lena Rivera es una escritora que he conocido a través de lo que se ha publicado  de ella como escritora de best-sellers  por su famosa novela “Las herederas de la Singer”. Me interesé por el tipo de historias que construye. Tenía ganas de leerla y el primer libro que cayó en mis manos fue “La niña del sobrero azul” un título que me cautivó, por lo que decidí entrar en su obra a través de él.

La noche del hundimiento del Titanic fue la del 14 al 15 de abril de 1912 y ese es el momento escogido por Ana Lena Rivera para hacer nacer a Manuela la protagonista de “La niña del sombrero azul”. Manuela fue rechazada en el mismo instante de su nacimiento por su sexo, ya que su padre no veía resueltos sus dificultades de trabajo en el campo con esa quinta hija que acababa de nacer. La novela de Ana Lena Rivera comienza escogiendo una fecha histórica para asociarla a la vida de Manuela. Será una constante en su relato, hechos históricos como este acompañan el caminar de la protagonista hasta el año 1998 en que fallece.

Estamos ante una historia explicada en clave femenina donde destacan las luchas personales de las mujeres de la época. La palabra sororidad no era utilizada todavía, pero es uno de los temas donde la trama se mueve en más ocasiones. Leeremos como las mujeres de la historia luchan juntas por el derecho al voto, la sumisión doméstica en el matrimonio, el derecho a tener una vida profesional independiente, el poder estudiar en la universidad, defender el trabajo dentro de una profesión masculinizada. Todo ello ambientado con momentos domésticos de esos que las mujeres de mi edad hemos oído explicar en nuestras familias. En esta novela las mujeres son los personajes mejor perfilados, creados para sentirte cerca de ellos. Los personajes masculinos son utilizados como contrapunto o para actuar como verdaderos antagonistas.

La niña del sombrero azul da título a la novela, esa niña es Telva hija de la protagonista. Se dedica espacio en esta novela para hablar, de los niños y niñas que fueron enviados a Rusia para proteger sus vidas al caer la República. Se explican las muchas vicisitudes por las que pasó Telva antes de poder volver junto a su madre y la situación que increíblemente le esperaba aquí.

No me gusta ir al detalle de la historia para dejar un espacio al descubrimiento a los que vais a leerla. Es un libro de casi 700 páginas con muchos personajes, abarcando los momentos vividos por ellos durante más de siete décadas, escritos con buen ritmo y con diálogos vivos muy entretenidos. A pesar del gran número de páginas se lee con rapidez, la fotografía que Ana Lena Rivera me ha sido muy próxima, por lo tanto, para mí era muy agradable volver a la lectura del libro en cualquier momento del día y resultaba difícil dejarlo cuando estaba enfrascada entre las cuitas de los personajes.


Ha sido una lectura que me ha devuelto a momentos de mi infancia y de mi vida. Empiezo a tener una edad. 😂

Ana Lena Rivera explica en las entrevistas donde habla de su libro que: 

“La novela es una historia ficticia, anclada en los hechos históricos del siglo XX, que narra muchos pequeños sucesos reales, basados en las conversaciones que yo escuchaba de niña en el taller de costura de mi tía.

Allí se juntaban mujeres de diferentes edades, unas a coser,  otras a probar y otras simplemente a charlar un rato. Entre el sonido rítmico del pedal de la máquina de coser y el olor al café de puchero, hablaban durante horas.”

La fotografía que explica la autora me es totalmente familiar. En todas las casas de mi familia existía un rincón con una máquina de coser y yo con mis primos he vivido esos momentos de conversaciones que ella nombra en la entrevista y que suceden extensamente en la novela. Mi madre y mi tía  cosían en casa para ganarse unas perras cuando yo era bien peque. He conocido en casa un comedor lleno de chaquetas para entregar a la tienda, cosa que hacía mi padre en su Vespa cuando volvía de la fábrica. 

El olor a café de la tarde y el sonido del pedal de la máquina. Ese pedal que a mí me gustaba pisar y que nunca me dejaban tocar porque pasaba alguna cosa con el hilo que después hacía perder tiempo. 

Nada más empezar la novela leo aquello de “irse a servir a casa de una familia adinerada”. Recuerdo mi extrañeza cuando era pequeña y oía a las mujeres que hablando de su vida con mi madre, mi tía o mi abuela cuando explicaban que cuando jóvenes llegaron a Barcelona dejando su pueblo para ir a “servir”. Me costó años entender que significaba la palabra “servir”. Vocabulario que oyes en la infancia y que no entiendes hasta más adelante.

Explico esto para significar que la novela está viva de detalles que la hacen especial cuando tienes cierta edad. 

Parece que Ana Lena ha utilizado este tipo de ambientación en sus dos últimas publicaciones. 

Ana Lena Rivera empieza a ser una escritora con una amplia bibliografía publicada, nacida en Oviedo en 1972, detalle que aprovecha para contextualizar de forma brillante esta novela. Ahora vive en Madrid. Es Licenciada en Derecho y Administración y Dirección de Empresa, se dedicó a ello hasta que finalmente decidió dedicarse a la escritura.

Sus primeras publicaciones responden a una trilogía con una mujer protagonista, Gracia San Sebastián, que se dedica a la investigación fiscal, pero que acaba colaborando con la policía. Dicha trilogía está compuesta por: Lo que callan los muertos (2019), con el que obtuvo el Premio Torrente Ballester, y Un asesino en tu sombra (2020) y Los muertos no saben nadar (2021).

Al año siguiente publicó Las herederas de la Singer donde se introdujo entre costuras por Asturias y a la que siguió la que explicamos en esta entrada: La niña del sombrero azul (Grijalbo, 2024).


Curiosidad a la que no puedo resistirme:


No quiero despedirme de esta entrada si hablar de los dulces de “La niña del sombrero azul” Cada día que pasa me estoy volviendo más golosa, especialmente de esos dulces tradicionales de los lugares que visito. En esta novela veo que se habla de ellos bastante y pocos eran conocidos por mí. Solo puedo hablar de los frisuelos y las casadiellas que me hacía con tanto amor mi vecina Mercè. He tomado buena nota de los que no conozco para poderlos recuperar en nuestras visitas a Asturias.




Comentarios