Sala de espera de Iván de Cristóbal


 A menudo alucino con las cosas que se nos acercan sin haberlas llamado ni buscado. Eso fue lo que ocurrió con “Sala de espera” de Iván de Cristóbal.

Hace unos meses que cuando alguien que me conoce me pregunta cómo me encuentro le explico que me siento dentro de una sala de espera, que mi vida en estos momentos no abre puertas, camina solo lo necesario.  Estoy entregada a la misión cuidadora y bla, bla, bla. Si intento visibilizar  externamente mi momento vital, me siento como si estuviera sentada en una sala de espera. De vez en cuando alzo la vista, miro el reloj de la pared y me desespero un poco. Las puertas de la sala están cerradas, debo esperar, que alguna cosa se mueva. Llamo a la paciencia para que se siente en la silla de al lado. Mientras tanto, a seguir cuidando a mis mayores. 

 Así un buen día “Sala de espera” de Iván de Cristóbal se puso ante mis ojos. Lo hizo con la fuerza de las tres palabras de su título, de forma invasiva e irrespetuosamente se saltó la lista de libros pendientes y pasó a ocupar la casilla de salida en la mesilla de lectura. Como negarse. ¿Hubieras hecho lo mismo?

Dos mujeres, Lucia y Mariona, cada una de ellas en su sala de espera. Durante la lectura vamos de una a la otra. Dos vidas pendientes que una de las puertas se abra en esa sala de espera. 

Un libro corto, con tal nivel de intensidad que obliga a acelerar la velocidad de lectura. Para llevarte a un final inesperado donde el escritor con un golpe mágico hace que todo "casi" encaje.

Dos mujeres que esperan el paso de las horas de un reloj con la incertidumbre del que pasará en sus vidas. Cuando ellas habían llegado al momento vital soñado, tocaban casi el triunfo, comprueban que un hecho hace que todo se derrumbe alrededor de ambas, debido a circunstancias dispares. La más joven, ha tomado una decisión que ella cree correcta, enfrenta con su actuación una creencia religiosa con el derecho a la vida y la otra más mayor, esperaba el éxito de un futuro proyecto junto a su pareja, pero es engañada, abandonada y está a punto del desahucio de su casa.

Sentadas en esa sala de espera nos repasan sus vidas o el motivo que las ha llevado a esa sala de espera. Con la repasada que ellas hacen se tratarán temas como la lealtad, la estafa y el agradecimiento.

Una lectura que no es un thriller, pero que por la forma en que está escrito he leído como tal, por el ritmo, la curiosidad que despierta y por ese final, con ese giro típico de los thrillers que sorprende y cuesta de creer. Puede que resulte un final un poco idílico, pero para eso leemos, a veces soñar es  recomendable para la salud.

He gozado la lectura por la presencia del dilema de las creencias y el círculo cerrado que provoca la trama. Interesante plantearse si las creencias religiosas están o no, por encima de la vida de una persona. Señalo que el narrador ha mantenido una posición a veces molesta de relatar sencillamente los hechos y obligar al lector a escoger su postura personal. Es por ello que la lectura de este libro me ha llevado a pensar mucho en la empatía. Eso tan difícil, por la necesidad de ponerse en el lugar del otro y dejar el juicio a un lado y atender todo aquello que puede llegar a envolver una acción humana.

Difícil escribir la reseña de este libro sin dar detalles que estropeen la lectura de los que quieran hacerla. 


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